(de 15.693 versos) cuenta un mínimo episodio de la
guerra de Troya, la cólera de Aquiles por verse privado de una esclava: Aquiles, el mejor guerrero griego,
dolido por verse privado de su esclava Briseida, deja de combatir enfadado con Agamenón, quien le ha quitado
su esclava. El ejército griego comienza a perder ante el empuje del valeroso troyano Héctor. Patroclo, el
compañero más querido de Aquiles, decide ir en ayuda de los griegos y cae muerto a manos de Héctor. Sólo
entonces vuelve Aquiles al combate y mata al matador de Patroclo, a Héctor. Príamo, rey de Troya y padre de
Héctor, va a la tienda de Aquiles a suplicar que le devuelva el cadáver de su hijo, de Héctor. Aquiles acepta
y acaba la obra.
Pero es más. Hay, sí, un decorado de guerra, violenta, cruel, mortífera y sangrienta guerra, pero por encima de
toda esa tramoya, destaca la grandeza del hombre por su capacidad de alcanzar el heroísmo a fuerza de valor,
coraje, renuncia, consciencia de su propia debilidad, por su capacidad de sufrimiento y, ante todo, por sus
sentimientos humanos. No es una obra recomendada para leer, es una “Obra” para, desnudo, sentirse (con sus
ventajas y defectos, para bien o para mal) sencilla y humildemente humano.